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El género 

Una construcción sociocultural

Por: Levira Lecuona

 

 “El género se inscribe directamente sobre el cuerpo de la persona;

la legitimidad del género deriva de la inscripción en el cuerpo de

las marcas culturales de la masculinidad o feminidad.”

 

Esther Núñez

 

En este ensayo haré una revisión de los textos Cuerpo y cultura: la construcción social del cuerpo humano de Erhard Heidt, y Acerca de la construcción social del sexo y del género de José Miguel Cortés. En estos se hace un análisis referente al cuerpo desde el paradigma constructivista, mismo que propone que el ser humano por carecer de un entorno específico como especie debe construir un ambiente estable que garantice su supervivencia tanto individual como social. Esta construcción no se limita únicamente a la realidad sensible (acontecimientos o cosas), sino también a la construcción del significado que supuestamente tienen los acontecimientos y las cosas. Esto se construye de manera colectiva y se transmite de generación en generación. De ponto las cosas parecen tener un significado natural y correcto en sí mismas y que por su naturaleza socialmente predeterminada no todos nos atrevemos a cuestionar.

 

En relación al cuerpo se sugiere examinarlo para averiguar que partes no han sido dejadas en su estado natural, sino que han sido intencionalmente moldeadas o modificadas. Al hacerlo, se llega a la conclusión de que no existe ninguna parte del cuerpo exenta de reglas o criterios (uñas, pelo, piel, color, olor, dientes, nariz, arrugas, pecho, abdomen, músculos, postura, etc.).  Esta forma de tratamiento del cuerpo es además diferenciada ya que sirve a la representación simbólica de las diferencias entre los sexos. Los individuos llegamos a dominar nuestro cuerpo mediante un proceso de aprendizaje cultural en el cual se asimila el control y las limitaciones que el sistema social impone a la utilización del cuerpo como modo de expresión. Por tanto, podemos decir que no existe un tipo de conducta natural sino que toda expresión corporal está relacionada con la normalidad y determinada por la cultura.

 

La idea del cuerpo es elaborada por la cultura y la sociedad de cada época. Los condicionamientos sociales y las experiencias personales constituyen un entramado de significados que van a sujetar el cuerpo a múltiples limitaciones y tensiones, sobre todo en el campo de la conducta sexual.

 

En la actualidad, creo que podemos asegurar que no existen (en un sentido biológico) rasgos, actitudes, temperamentos o estereotipos propios e intrínsecos de un sexo, sino unos modelos sociales de comportamientos seleccionados y fijados culturalmente, en función de la evolución histórica de cada sociedad. Actualmente seguimos refiriéndonos a las persona utilizando dos términos hombre y mujer. No nos damos cuenta de que hacemos referencia a una realidad con un mínimo de tres componentes: primero, el que se relaciona con el sexo (hombre o mujer); segundo, el que lo hace con el género psicológico y social (masculino o femenino) y tercero, el que se vincula con la identidad psicosexual (heterosexual, bisexual, homosexual, asexual). Estos tres componentes no tienen una relación unívoca entre ellos, a pesar de que es sobre estos se sustenta la identidad humana.

 

De acuerdo con estos autores es sobre unas bases biológicas concretas, sobre las que se da la producción social de la existencia de los géneros, donde cada uno representa unos modelos de comportamiento que se imponen a las personas en función de su sexo. A su entender la relación entre sexo y género está constituida por un mero recurso ideológico para proteger y preservar el orden social existente. En nuestras sociedades contemporáneas occidentales, lo masculino y lo femenino diferenciaran la forma en que satisfacemos nuestras necesidades, los medios de que nos valemos para obtenerlas y los modos como nos relacionamos con las personas. Estas diferencias tan marcadas entre los géneros dan pie a una desigual distribución de responsabilidades en la producción social de la existencia que beneficia claramente a la masculinidad.

 

El aprendizaje de género se da mediante un proceso llamado socialización que empieza en el nacimiento y continúa influyéndole durante toda la vida. El proceso de socialización incluye la enseñanza y el aprendizaje de situaciones que identifican e integran a la gente dentro de los roles de género asignados. La socialización se da básicamente, en pequeños grupos como la familia o la escuela, pero los modelos para la socialización son dados por la cultura y está histórica, social y culturalmente construido.

 

Siguiendo este razonamiento podemos afirmar que el género es un producto del entorno social y un factor decisivo en la comunicación de la masculinidad o la feminidad que posteriormente transmitimos a través del lenguaje y la apariencia o la que leemos en los otros.     Ambas cuestiones son elementos de interacción con los demás que nos sirven para definir la identidad. La sumisión a los roles sociales significa la aceptación de la propia posición dentro de la jerarquía establecida, la transgresión de estas normas puede llegar a generar en quien las transgrede una importante marginación social.

 

Uno de los más importantes símbolos del género es la ropa, esta nos permite a las otras personas “identificar” inmediatamente el rol del género individual. Junto con ello y dentro de esta área de expresión simbólica se incluyen otros aspectos como las joyas, los tatuajes, los adornos y maquillajes y las actitudes o comportamientos. Códigos que han ido cambiando en las diferentes épocas de nuestra cultura. Y ello, a pesar de que, como mencionan los autores, vestidos maquillaje y accesorios de cualquier tipo no tienen propiedades en sí mismas, sino que están cargados de significado y asignados socialmente a un género u otro. Los códigos indumentarios y de comportamiento hacen referencia a un gran número de registros, tales como la clase social, el género o la opción sexual, además estos significados varían según el contexto geográfico, cultural e histórico.

 

Comprendiendo la identidad de género como un constructo social cuyos significados están continuamente afirmándose y reafirmándose (a través del proceso social, la comunicación humana y la interacción), entenderemos que también nosotros participamos activamente en el proceso mediante el cual se construye y refuerza nuestra conciencia de la especificidad del género y la identidad. Por eso, lejos de pensar en el género como una entidad fija y estable, debemos asumir que los roles de género y sus expectativas y funciones pueden ser cuestionados, combatidos y cambiados.

 

Un ejemplo de esto y que es mencionado en el texto de Cortés, es el movimiento de las Drag Kings, el cual está formado por lesbianas transgénero. Es un movimiento estético pero también político y militante a favor de la transgresión cultural de los roles designados para el hombre y la mujer. Alejadas del fenómeno apolítico y comercial de las Drag Queens, las Drag Kings desean jugar un papel políticamente subversivo, activamente sexual y radicalmente transgénero.

 

Bibliografía

  1. Cortés, José Miguel. (2004). Acerca de la construcción social del sexo y del género. En: D. Pérez, (Ed.), La certeza vulnerable. (1ª ed.). Barcelona: Gustavo Gili, pp.65-84. 

  2. Heidt, Erhard. (2004). Cuerpo y cultura: la construcción social del cuerpo humano. En: D. Pérez, (Ed.), La certeza vulnerable. (1ª ed.). Barcelona: Gustavo Gili, pp. 46-64. 

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